LOOMIS
Pero, no, señor… mi historia está escondida en el velíz de mi abuela, allí donde los domingos a las tres y media de la tarde se ponía a ver las revistas que tía Claudia le compraba por la mañana en el puestecito de la Gastélum y Segunda (el chinito de sonrisa morbosa) las revistas gringas donde claro que ella no leía, en cambio sus ojos repasaban una y otra vez los flamantes eróticos cuadros fotográficos y yo de nueve años frente a ella, parado, inmóvil, sólo el ruido de las páginas en la semioscuridad, el velíz en el suelo lleno de lo que ve abuela, la silla azul, mis chors, el temblor de mis manos cuando abuela sonriendo bajaba lentamente mis pantalones cortos…
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Nadie tiene ganas de llorar