Mr Maxwell
“DESDE ENTONCES, CASI TODOS los días, íbamos a visitarlo… a mi no me gustaba mucho que digamos como olía su casa, pero de todos modos Amparo y yo entrábamos. El gringo pobre parecía brujo… una vez nos dijo que había descubierto la manera de apoderarse del mundo… ya tenía todo listo… nosotros ya también le decíamos Mister Maxwell, el loquito, pero nos caía bien porque hablaba con la verdad, según. Luego nos ponía a que le quitáramos los piojos que tenía en cantidad entre sus cabellos blancos percudidos de polvo…
Fuimos a un cerro para ver lo que hacía para poder conquistar el mundo… se tomó una pastilla y en unos cuantos minutos cayó inmediatamente al suelo con violentas convulsiones en su cuerpo,aunque no me lo creas, Amparo y yo corrimos hacia él pero resulta que el gringo ya se iba elevando poco a poquito iba volando…
Rosario siempre dijo que era un marciano, y creo que le atinó porque el viejito bajó, nos dió un dolar a cada uno, luego se quitó la mugrosa bata roída y abajo de ella, pegado a su cuerpo, estaba un raro traje… azul con rojo ¿no? con su capa y todo ¿no? pregúntale al Amparo si no me crees…
Aún no sé si ya conquistaría al mundo… digo, esa es la explicación que yo encuentro porque sino desde cuando que nos hubiera abierto la puerta… si no se hubiera ido así, tan misterioso, el gringo, Mister Maxwell, el loquito…”
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Nadie tiene ganas de llorar